Giambattista Tiepolo: La Inmaculada
Concepción. 1767 – 1769
La figura de la Inmaculada Concepción de
María es uno de los temas de la iconografía cristiana más populares. La virgen María tiene muy poco protagonismo y solo es mencionada en los evangelios en
cuatro ocasiones. Su hagiografía empieza a formarse a partir del siglo V,
imitando la vida de Cristo. El culto mariano se hace oficial tras el Concilio
de Éfeso, en el 421. A partir de entonces María va a ser la personificación de
la iglesia y madre y esposa mística de Dios.
Una de las advocaciones marianas es la de la
Inmaculada Concepción. Este pasaje hace referencia a que la virgen fue
concebida sin mácula, sin mancha, sin intervención de varón. España es uno de
los grandes defensores de la Inmaculada, celebrando una fiesta nacional el 8 de
Diciembre. Los franciscanos y carmelitas son inmaculistas. Hay polémica entre
los maculistas y los inmaculistas.
La Inmaculada se confunde frecuentemente con
su maternidad virginal, pero no es así ya que la Inmaculada Concepción alude a
su propia concepción, en la que queda libre del pecado original, al contrario
que cualquier otro ser humano. Durante mucho tiempo no se supo como representar
la Inmaculada Concepción y se aceptaba que cualquier imagen de la virgen
situada en un altar era la Inmaculada.
Leyenda:
Dicha concepción se enmarca en un hecho
milagroso del que son protagonistas sus padres, Santa Ana y San Joaquín.
Pasados veinte años de matrimonio la pareja no tenía hijos, lo que era
considerado una maldición divina por no contribuir a incrementar el “pueblo
elegido”. De ahí las ofrendas de Joaquín al Templo de Jerusalén y su decisión
de ayuno y penitencia durante cuarenta días. Sus oraciones fueron oídas y de
vuelta a la ciudad de Jerusalén se encuentra de nuevo con Santa Ana bajo la
Puerta Áurea de la ciudad, tras su abrazo, conciben a María bajo el amparo de
Dios. Es así como la que sería madre de Cristo queda libre de todo pecado desde
su misma gestación.
Respecto a
este tema hay tres tipos iconográficos que remiten a la Inmaculada Concepción:
1-
Abrazo ante
la puerta Dorada
2-
Tota pulchra
3-
Descendimiento
de la Inmaculada
El abrazo ante la puerta Dorada es la
primera forma de representar esta doctrina. Es una representación simbólica de
la Inmaculada Concepción mediante el abrazo que se dan los padres de la Virgen,
San Joaquín y Santa Ana ante la puerta Dorada. Este tipo iconográfico surge en
oriente y pasa a occidente, no se sabe exactamente desde cuándo. María
concebida no “ex coitu” sino “ex osculo”. Muy frecuente hasta el
siglo XVI.
Abrazo ante la Puerta Dorada. Giotto.
Tota pulchra. Virgen con
los cabellos sueltos. Túnica azul. Manos juntas, en posición de rezar. Hace
alusión a su pureza, mirando hacia abajo. “Tota
pulchra es amica mea, et macula non est in te” del Cantar de los Cantares.
El descendimiento de la virgen Inmaculada
se impone en el siglo XVI y a partir del siglo XVII va a ser la fórmula por
excelencia. Se crea por la unión de varios tipos iconográficos marianos: Amic ta sole, luna sub pedibus, tota
pulchra, rodeada de símbolos.
Tipo
iconográfico:
- Ojos
mirando hacia abajo (no siempre se cumple) vestida de blanco y manto azul.
- Con la
media luna a los pies y rodeada por el sol. Pisa la serpiente a veces, que
simboliza el pecado.
- Rodeada de
las letanías (arma virginis).
Mariano Salvador Maella: La
Inmaculada Concepción. 1781
Fuentes:
Cantar de
los Cantares: “tota pulchra es, amica
mea, et macula non est in te”.
Apocalipsis
San Juan, 12: “Apareció en el cielo una señal
grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre
la cabeza, una corona de 12 estrellas”. Y aunque a veces se entendió que el
texto se refería a la Iglesia, quedó también como una representación de la
Inmaculada que empezó a difundirse durante el Renacimiento.
Letanías de Loreto o arma virginis, solo acompañan a la
Inmaculada Concepción. Es la clave para reconocerlo.
-ASTROS: Sol (electa ut sol), Luna (pulchra ut luna), Estrella de
Mar (stella maris). La luna, que nunca se representa llena, como en la
Crucifixión, sino recortada en forma de creciente, evocaba la castidad de
Diana.
-OTROS: Espejo (speculum sine macula), puerta del cielo, lirio
entre espinas, huerto cerrado... Símbolos de su pureza virginal.
Sin olvidar que a veces aparece la tierra y
la serpiente, símbolos del pecado original que la virgen no padeció. Además el
sol, la luna y las estrellas eran símbolos del saber, lo que venía a explicar
que la concepción inmaculada de María lo fue con plena sabiduría. La iconografía se completa en
ocasiones con querubines que portan los atributos marianos: las azucenas como
símbolo de pureza, las rosas de amor, la rama de olivo como símbolo de paz y la
palma representando el martirio.
En algunos tratados, como en el “Arte
de la pintura” de Francisco Pacheco (1649), se añade también que la
Virgen debe de representarse “en la flor de su edad, de
doce a trece años, hermosísima niña…nariz y boca perfectísima y rosadas
mejillas, los bellísimos cabellos tendidos, de color de oro”.
El culto a la Inmaculada es una de las señas de identidad de
la sociedad española del siglo XVII, sobre todo a raíz de una gran polémica
entre sus defensores y sus detractores que tiene lugar en Sevilla en 1616. A
partir de ese momento la ciudad se convierte en uno de los grandes focos
concepcionistas del país y sus pintores dedican gran parte de sus energías a
promover la devoción.
La Inmaculada Concepción es una de las imágenes más repetidas
de la iconografía popular española. El libro "Iconografía del arte
cristiano", de Louis Réau, sea posiblemente el mejor documento escrito
sobre la iconografía de la Inmaculada.
La España mística se apoderó de este tema y le imprimió la marca de su genio. Y consiguió hacer su propia versión. Tanto es así que no puede pensarse en la Inmaculada Concepción sin evocar las obras de Zurbarán, Ribera o Murillo, que en su mayoría siguen las normas iconográficas dictadas por Pacheco.
Francisco de Zurbarán: La Inmaculada
Concepción. Hacia 1630
Zurbarán es uno de los pintores más activos del foco
Sevillano y a él se deben varias obras de este tema. Ésta es una de sus
composiciones más tempranas.
Es característico de él la representación de la Virgen muy
niña y estática.
Aparece con las manos unidas en oración y rodeada por los
símbolos de las letanías.
Estas imágenes eran complejas
de leer para cualquier persona de a pie por la cantidad de signos que se
representan. Se tomaban como imágenes
devocionales que muestran a la virgen María, hermosa e infantil, para despertar
el fervor en los fieles. Solo para muy pocos entendidos estas imágenes eran
descifrables en su totalidad.
Bartolomé Esteban
Murillo: La Inmaculada Concepción de los Venerables o “de Soult”. 1668.
Murillo realizó unas veinte versiones del tema de la
Inmaculada. El Museo del Prado conserva cuatro y quizás esta sea la más famosa
de ellas. Ésta fue encargada por Justino de Neve, canónigo de la catedral de
Sevilla, quien la donó al Hospital de Venerables Sacerdotes de la ciudad, del
que era presidente eclesiástico. De allí la expolió Soult, mariscal de las
tropas napoleónicas, quien la trasladó a su casa de París. Después de su muerte
fue subastada en 1852 y adquirida por el Museo del Louvre. En 1941, gracias a
un intercambio con dicho museo, la obra pasó a ser propiedad del Museo del
Prado.
Murillo creó por medio de sus Inmaculadas el tipo de mayor
prestigio devocional, sus vírgenes eran menos niñas que las de Zurbarán o
Velázquez, pero esplendorosas y de intensa belleza. Vemos como la Virgen
asciende al cielo en un movimiento muy barroco. La pincelada empleada por
Murillo es suelta y enérgica, dando sensación de movimiento mediante una
composición helicoidal. Mediante el uso de la luz y por el tipo de pincelada
crea esa sensación de movimiento que emana de la obra.